ESPERANDO A GODOT

Esperando a Godot consiste en dos personajes que se instalan en el escenario y apenas hacen nada, salvo esperar a Godot. Conversan entre sí y cuando se preguntan qué diablos están haciendo, responden "esperando a Godot". Y así acto tras acto. Esperan a Godot, pero Godot nunca aparece.

La interpretación literaria nos mueve a trascender en todo momento la apariencia de los acontecimientos y penetrar en su sentido más hondo. En Esperando a Godot, vemos a personajes desvalidos que apenas hacen otra cosa que hablar pero apenas tejen un diálogo auténtico. Se interrumpen, no enhebran las frases y los pensamientos de modo coherente, se expresan a menudo de forma mecánica, sin voluntad de exponer ideas con sentido. Por eso los protagonistas se aburren mortalmente y carecen de esperanza. Se hallan tan sólo a la espera, dejando sencillamente que pase el tiempo.

Un mundo donde el tiempo de la ficción, lo discontinuo, cobra fuerza y se identifica a través de la palabra y el proceso de comunicación entre la voces del dramaturgo, los personajes y el lector - espectador

Esta obra apenas tiene argumento, pero sí tema, y éste implica una experiencia básica -la vinculación de no-creatividad y tedio- y una intuición radical: la falta de creatividad constituye una tragedia para el hombre por cuanto provoca su asfixia lúdica. Al asomarse al vacío de su propia nada existencial, los protagonistas sienten vértigo espiritual, es decir, angustia; y, como el mero esperar a un salvador no redime al hombre de tal situación angustiosa, al final de la obra no tienen ante sí más que dos opciones igualmente faltas de sentido cabal: ahorcarse o seguir a la espera. Siguiendo el planteo agustiniano, representa un hombre que cuestiona el significado de lo temporal, del presente, del pasado, del futuro, de su duración en la vida o en el tiempo.

Beckett reconoce como eje central el tiempo mismo, donde se sumergen los seres y las cosas para caer en cuenta la diversidad de instantes inasibles donde no hay formas perdurables, fijas y constantes, es decir se puede jugar con las manecillas del reloj. Rompe con lo convencional del tiempo. Los planos temporales varían en su continuidad, los pensamientos más dispares se suceden, se interrelacionan, se manifiestan en la obra donde la espontaneidad creativa del dramaturgo se hace presente. Ese carácter plural del tiempo conduce al lector- espectador a construir una especie de relación cómplice con la propuesta temporal de la obra del tiempo como experiencia de vida, el tiempo vivido atrapa para reflexionar en torno a la ruptura con la unidad clásica de tiempo, una unidad que al fracturarse y convertirse en discontinua ofrece la esencia autónoma del tiempo dramático. La temporalidad no es algo ajeno a la conciencia sino que viene dado por ella.

Y por otra parte, ese porvenir, de acuerdo con Heidegger, Bergson, está motivado porque el hombre está consciente de su muerte inevitable. Entonces el no orden crea una estructura original para concebir o interpretar el Tiempo. Interpretaciones como la realidad vivible, la duración y el advenir, se imbrican en la temporalidad dramática, una temporalidad mágica donde las convenciones cobran fuerza para manifestar que gracias a la ficción se puede experimentar el tiempo como vivencia. Vivencia expresada en los diálogos que transcurren durante el tiempo dramático. La modulación del tiempo está dada por la discontinuidad y por la aceleración o desaceleración. Pueden existir en una obra teatral, largas o breves segmentaciones, rupturas situaciones inesperadas o previstas que se pueden captar en un análisis.

Monografía creada por Nidia Marta Velozo . Extraido de: http://www.ucm.es/info/especulo/numero25/godot.html
24 Septiembre 2006

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